Ya morabas dentro de mí desde el inicio de mi ser, cuando a penas era una semillita recién sembrada en aquél cálido seno materno. La naturaleza hizo sus cálculos, te imprimió en mi herencia genética y te nombró reina y esencia de mi vida.
Creciste conmigo.
Durante mi infancia fuiste mi compañera de juegos, mi pañuelo de lágrimas, mi fábrica de sonrisas .... Siempre pude confiar en tí, mi fiel amiga, guardiana de mis secretos. Derrepente, despertamos a un nuevo amanecer.
Nos plantamos en el explendor del jardín de la adolescencia y nuestra unión, cada vez más estrecha, se vio inmersa en un mundo diferente donde reinaban el deseo de lo prohibido y las ansias de libertad, un mundo donde la coquetería de las miradas y la picarresca de las sonrisas regaban al capricho y a los fugaces amores que allí florecían. Y tú, con tu fresco elixir supiste alimentar mis ilusiones y mitigar mis desengaños. Ahora, después de llevar varios años de camino por la edad adulta no puedo imaginar mi vida sin tí. Eres como una necesidad fisiológica tan imprescindible como la que siento por respirar. Eres el antídoto que neutraliza el veneno de la soledad, ese antidepresivo que templa mis nervios y ahoga mi rabia, la expresión máxima de mi felicidad. Eres un don maravilloso que me deleita y a su vez, me hace deleitar, y es que .... amada música, contigo es más fácil caminar.
Gracias a todos los que hacéis posible que la música nos rodee ....
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